"Debo anunciar antes de empezar, que no soy el administrador de este blog ni su habitual escritor: mi nombre es Iván Skroce y, ahora que vuelvo a ser partícipe y no sólo usuario de internet, en lo sucesivo (cada viernes) discurriré mis adocenados pensamientos en este espacio. Debe entenderse que esto obedece principalmente a la necesidad de una válvula de escape para lo que sea que ocurre en mi mente.
Empezaré hablando un poco de la actualidad a la cual como venezolano no puedo escapar. Hace diez días murió, o así se nos dijo, un hombre (aunque algunos lo anuncien como algo más) y,
si bien nunca compartí sus ideas, me ha parecido una atrocidad,
indeseable incluso a los enemigos, todo el circo armado alrededor de
este suceso. Más repudiable lo hace el que los realizadores sean quienes
dicen defender la memoria y el proyecto del hombre. Y si además
consideramos que a él le parecía una cosa de degenerados el acto de
exponer cadáveres, la hipocresía transluce aún más. Es deplorable que el
señor Maduro use tan pérfidamente la memoria, el nombre y hasta el
cuerpo de Hugo Chávez; y como guinda del pastel, el hombre bandera de la oposición para estas elecciones, Henrique Capriles, si bien de un modo más solapado, comete actos de un genero parecido. Los muertos se pudren,
si no los entierras huelen mal y corremos el riesgo de enfermarnos los
vivos; esa es la razón por la cual enterramos a los muertos. Aquí van
diez días que no lo hacemos, pero contrario a los hechos narrados por la
frase anterior, somos los vivos los que nos hemos empezado a pudrir.
Por otra parte, aún cuando se supone que este es un país de
convicciones democráticas, donde el ciudadano es el soberano, parece que
alcanzar cargos públicos importantes te confiere mayores derechos,
tanto en vida como al acabarse esta. Sin ánimos moralistas incurro en la
bastante gastada expresión “todas las muertes son igual de malas”, que
en este país tiene un cariz distinto si consideras que en promedio
durante los últimos tres años han muerto 20.000 personas cada año por
causas violentas. Es cuestión de cordura y equilibrio: una muerte ha
causado la inactividad e improductividad del país por más de una semana,
las otras apenas son una estadística. Vemos usualmente en esta clase de
problemas (y los otros también) una prueba de que los políticos
venezolanos no sirven, y no es que se pueda afirmar lo contrario, pero
esa frase es una insensatez.
Se elegirá en un mes otro presidente pero el país seguirá igual de mal
sin importar quien gane porque el problema no son los políticos, somos
todos nosotros los venezolanos.
Saltemos a otro tema que sea menos vergonzoso que el ocupado en el párrafo anterior. En la antigüedad, Claudio Ptolomeo
describió un sistema solar en el cual la Tierra ocupaba el centro, la
luna, el sol y las estrellas giraban en torno a esta siguiendo
trayectorias circulares, pero los demás planetas seguían trayectorias epicíclicas; esto es, giraban en círculos
alrededor de un centro que giraba él mismo alrededor de la Tierra
siguiendo su propia trayectoria circular. Tras más de dieciocho siglos
hemos logrado una mayor comprensión de la configuración del sistema
solar. Incluso ya hace siglos que fue aceptado el hecho de que la Tierra
gira alrededor del sol.
No
es que en la época de Ptolomeo la gente tuviese un nivel intelectual
menor, sólo querían compaginar sus ideas con sus observaciones. Ellos
observaban que los planetas erraban en trayectorias extrañas al ser vistos
desde la Tierra, no seguían el patrón circular de los cielos, que para
ellos era el patrón perfecto. Cegados por estas suposiciones (la
perfección del circulo y el geocentrismo) los griegos aceptaron el
modelo Ptolemaico, ya que se correspondía mejor con sus creencias.
Ciertamente el sistema era lo suficientemente funcional, describía y
predecía (en cierta medida) el movimiento de los planetas. En situaciones como esta se han encontrado a lo largo de la historia diversos ámbitos del conocimiento humano.
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